El Arte Real encarna una vía iniciática por medio de la cual aún es posible, en un Occidente oscuro y enfermo, vincularse efectivamente a la Tradición Unánime y Primordial. Se trata de un Arte en el que se han acrisolado símbolos, ritos y mitos de orden cosmogónico que reyes, guerreros y hombres de oficio han reconocido, desde tiempos inmemoriales, como soportes de realización metafísica.
De entre los símbolos fundamentales comunes a todos los pueblos es sin duda el círculo el más generalizado y el que aparece más frecuentemente en todas las manifestaciones humanas conocidas. Esto se debe, en efecto, a la misma naturaleza de lo que la forma circular significa.
Ya que todo en la vida y en el mundo tiende a realizar este movimiento, presente tanto en las expresiones naturales como en las humanas. De hecho una recta, o sucesión de puntos, que progrede indefinidamente, describe un movimiento circular, que la curvatura del espacio haría regresar a su punto de origen.
En forma de círculos se expanden las radiaciones de energía, y esos remolinos o espirales conforman las estructuras de cielo y tierra, como bien puede observarse en lo sideral y en lo molecular.
El círculo, junto con sus símbolos asociados, es pues una de las imágenes básicas del conocimiento simbólico y volveremos una y otra vez sobre el tema.
Puede advertirse en la figura precedente que no hay circunferencia sin un punto interior que la genere pues ella extrae su forma, así la tracemos con compás o cordel, de un centro existente previamente. Conjuntamente, circunferencia y centro conforman la circularidad.
El centro generalmente es invisible, o tácito, o se halla otras veces específicamente señalado como elemento constitutivo. Este punto original es el que emana su energía a todos los puntos de la circunferencia, que son un reflejo de su potencialidad en un plano definido y limitado.
Esas emanaciones son representadas como irradiaciones del centro y formas de conexión entre éste y la periferia.
Para conocer un poco más sobre este tema les comparto el siguiente vídeo:
Los números poseen una realidad mágico teúrgica, que los hombres de nuestros días hemos olvidado, y que trataremos de recuperar.
Estos son módulos armónicos y medidas que relacionan al microcosmos, con el macrocosmos, y responden a vibraciones secretas, que encuentran sus correspondencias en todas las cosas. Desde los acontecimientos mundiales, a los sucesos locales e individuales, los que forman parte de la armonía universal, que se expresa también a través de números y medidas, semejando una gran sinfonía. De allí la conexión con la música, y particularmente con los ritmos y los ciclos.
Por lo tanto el número es un lenguaje universal conocido por todos los pueblos, que siempre ha sido considerado como un símbolo revelado, capaz de sintetizar y ordenar el universo, y como un magnífico vehículo apto para establecer relaciones entre las cosas, entretejiendo los variados órdenes de la existencia y los escalonados mundos o planos de la realidad.
Aunque la sociedad moderna pareciera creer que los números fueran una invención humana, producto del progreso, muy útiles para hacer cálculos estadísticos, así como para medir, clasificar y en general contar objetos de toda índole, percibiendo a la serie numérica como una sucesión indefinida y horizontal -en una sola dimensión-, carente en absoluto de un significado, en las sociedades tradicionales, por el contrario, los números son concebidos como deidades ordenadoras, como intermediarios, portadores de energías e Ideas superiores que ellos mismos plasman en el cosmos entero.
Los números se corresponden de modo preciso con las figuras de la geometría y las notas musicales como hemos dicho, en perfecta armonía con las leyes de la Astrología y el orden del universo.
Para conocer un poco más sobre este tema, les comparto el siguiente video.
El símbolo es el intermediario entre dos realidades, una conocida y otra desconocida y por lo tanto el vehículo en la búsqueda del Ser, a través del Conocimiento. De allí que los distintos símbolos sagrados de las diferentes tradiciones -y por cierto también los símbolos naturales- se entretejan y se vinculen entre sí constituyendo una Vía Simbólica para la realización interior, a saber: para el Conocimiento, o sea el Ser, dada la identidad entre lo que el hombre es y lo que conoce.
Lo mismo es válido para los ritos que promueve este vídeo, comenzando por el estudio y la meditación y siguiendo por todos los ejercicios prácticos. Por eso es necesario que el estudiante tenga una visión lo suficientemente clara de la cosmogonía, de la arquitectura del universo que es reproducida en el hombre, para utilizar el modelo del Árbol de la Vida, llamado también Sefirót, ubicarlo y trascenderlo, mediante la aceptación de un Orden capaz de mostrarnos lo que está más allá de él.
Nos estamos refiriendo a la movilización de todo nuestro ser, que los símbolos como intermediarios procuran, al viaje o navegación por las sutiles entretelas de la conciencia, a la sorpresa de percibir mundos nuevos que permanecían invisibles y sin embargo nos son familiares, hechos todos estos que promueven el proceso mágico de Iniciación, caracterizado por los grados de Conocimiento de otras realidades espacio temporales, o mejor dicho de otra forma de percibir la realidad.
Lo metafísico, esa región desconocida y misteriosa, se manifiesta en el mundo sensible por intermediación del símbolo. Gracias a éste, es posible el Conocimiento para el ser humano; imágenes y símbolos nos permiten tomar conciencia del mundo que nos rodea, de lo que éste significa y de nosotros mismos.
Los símbolos sagrados, revelados, han sido depositados en todas las tradiciones verdaderas. Los sabios de distintos pueblos, por medio de la Ciencia y el Arte, han promovido siempre el conocimiento de esos mundos sutiles que los propios símbolos testimonian. Ellos permiten que aquellas realidades superiores toquen nuestros sentidos y posibilitan que el hombre, a partir de esta base sensible, se eleve a esas regiones que constituyen su aspecto más interno: su verdadero ser.
El símbolo plasma una fuerza, una energía invisible, una idea. Lo que él expresa y lo que contiene en su interior se corresponden en perfecta armonía. No debe nunca confundirse con la alegoría, ya que ésta se correlaciona más con sustituciones y suposiciones y por lo tanto carece de conexión clara con lo interno y verdadero. También es importante apuntar que los símbolos a que nos referimos no son meras convenciones inventadas por los hombres; ellos son "no humanos", se encuentran en la estructura misma del cosmos y el hombre.
Al ser los intermediarios entre lo invisible y lo visible promueven la conciencia de mundos superiores y regiones supracósmicas.
Es muy notable el hecho de que los símbolos principales se repitan de modo unánime en todos los pueblos de la tierra en distintos momentos y lugares.
Muchas veces esta identidad es incluso formal, aunque, como ya se ha dicho, a menudo podremos encontrar símbolos de diferente forma pero idéntico significado.
En todo caso, todos se corresponden con un arquetipo único y universal del que cada uno de esos pueblos ha extraído sus símbolos particulares.
Los símbolos sagrados son capaces de revelar ese modelo único, a su Creador, y aún lo increado; pero a la vez velan esas realidades superiores y se cubren de un ropaje formal, aunque conservan siempre su aspecto interno e invisible.
Para una mejor comprensión de este interesante tema, les comparto el siguiente video:
Gnosis: Es tan antigua como el hombre y tan grande como el espacio mismo, pues encierra el contenido de toda la sabiduría y conocimientos múltiples de nuestro planeta, de los mundos, soles y galaxias que giran en sus rutas orbitales dentro del espacio sin límite.
Si bien es cierto que debemos tener en cuenta en cualquier Sistema Gnóstico sus elementos Helenísticos orientales, incluyendo Persia, Mesopotamia, Siria, India, Palestina, Egipto, etc., nunca deberíamos ignorar los principios Gnósticos perceptibles en los sublimes cultos religiosos de los Nahuas, Toltecas, Zapotecas, Mayas, Chibchas, Incas, Quechuas, de Indo-América.
Hablando muy francamente y sin ambagues diremos: "la Gnosis es un funcionalismo muy natural de la conciencia; una filosofía perennis et universalis".
En los Evangelios Esenios de Juan, los cuales recién ahora está conociendo la Cristiandad; como para conocimiento, los gentiles (los externos) le preguntaron a Jesús: “¿Maestro, cuáles son las leyes de la vida?” y Jesús respondió (sentado en medio de ellos): "En verdad os digo, nadie podrá ser feliz excepto aquel que siga la Ley", y los otros contestaron: "Todos cumplimos las leyes de Moisés, nuestro legislador, tal cual como están escritas en las Sagradas Escrituras" y Jesús les contestó: "No busquéis la Ley en nuestras escrituras, porque la Ley es divina mientras que las escrituras son muerte.
En verdad os digo que Moisés no recibió las Leyes de Dios escritas pero sí de palabra viva.
La Ley es la palabra viva del Dios vivo (El íntimo) para profetas vivientes, para hombres vivientes (resurrectos); en todo aquello que tenga vida está escrita la Ley, pero buscadla principalmente en vosotros mismos.
Porque en verdad os digo, todas las cosas vivientes están más cerca a Dios que las escrituras que carecen de vida".
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Todos los símbolos sagrados, tanto los expresados por la naturaleza como los adquiridos por los hombres mediante revelación divina, ya sean éstos gestuales, visuales o auditivos, numéricos, geométricos o astronómicos, rituales o mitológicos, macro o microcósmicos, tienen una faz oculta y una aparente; una cualidad intrínseca y una manifestación sensible, es decir, un aspecto esotérico y otro exotérico.
Mientras el hombre profano -que es tal por su estado caído- únicamente puede percibir lo exterior del símbolo, pues ha perdido la conexión con su origen mítico y su realidad espiritual, el iniciado más bien procura descubrir en él lo más esencial, lo que se encuentra en su núcleo interior, lo que no es sensible pero sí inteligible y cognoscible, la estructura invisible del cosmos y del pensamiento, su trama eterna, es decir, lo esotérico, que constituye también el ser más profundo del hombre mismo, su naturaleza inmortal.
Al tomar contacto e identificarse con esa condición superior de sí mismo y del Todo, constata que signos y estructuras simbólicas aparentemente diversas son sin embargo idénticas en significado y origen; que un mismo pensamiento o idea puede ser expresado con distintos lenguajes y ropajes sin alterarse en modo alguno su contenido único y esencial; que las ideas universales y eternas no pueden variar aunque en apariencia se manifiesten de modo cambiante.
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Las verdades eternas, conocidas unánimemente y expresadas por sabios de todos los tiempos y lugares, se plasmaron en Occidente en el pensamiento de culturas estrechamente interrelacionadas que en distintos momentos florecieron en regiones ubicadas entre Oriente Medio y Europa, durante esta cuarta y última parte del ciclo, a la que se ha llamado Kali Yuga o Edad de Hierro, y que siempre se vinculó con el Oeste.
Antiquísimos conocimientos patrimonio de la Tradición Unánime fueron revelados a los sabios egipcios, persas y caldeos. Ellos se valieron de la mitología y el rito, del estudio de la armonía musical, de los astros, de la matemática y geometría sagradas, y de diversos vehículos iniciáticos que permiten acceder a los Misterios, para recrear la Filosofía Perenne diseñando y construyendo un corpus de ideas que ha sido el germen del pensamiento metafísico de Occidente conocido con el nombre de Tradición Hermética, rama occidental de la Tradición Primordial.
Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande, da nombre a esta tradición. En verdad, Hermes es el nombre griego de un ser arquetípico invisible que todos los pueblos conocieron y que fue nombrado de distintas maneras. Se trata de un espíritu intermediario entre los dioses y los hombres, de una deidad instructora y educadora, de un curandero divino que revela sus mensajes a todo verdadero iniciado: el que ha pasado por la muerte y la ha vencido.
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El estudiante de la Masonería mística se ve enfrentado eternamente con un problema. Se le presenta bajo diferentes nombres. Se le ha hablado de él bajo muchos símbolos, pero, brevemente, puede ser definido como la purificación y liberación del cuerpo y el espíritu, del veneno de la cristalización y la materialidad. En otras palabras, él está buscando rescatar la vida enterrada entre las ruinas de su derruido templo y restaurarlo en su legítimo lugar como la nota clave de su arco espiritual.
Estudiando la Masonería antigua nos encontramos con las primeras revelaciones, que nosotros conocemos como las Enseñanzas de la Sabiduría. Al igual que otros grandes misterios, ellas consisten de soluciones a problemas de la diaria existencia. Podrá parecernos de muy poco uso para nosotros el estudio de esos antiguos símbolos abstractos, pero en su tiempo cada estudiante comprenderá que las cosas que ahora apartamos como sin valor, son las joyas que algún día necesitará.
Como el centauro del zodíaco, el hombre está eternamente esforzándose en elevar la conciencia humana desde el cuerpo del animal; y en la escalera de tres peldaños de la Masonería, encontramos los tres grandes pasos que son necesarios para lograr esta liberación.
Estas tres gradas son las tres grandes divisiones de la conciencia humana. Podemos, sucintamente, definirlas, como materialidad, intelectualidad y espiritualidad. Ellas también representan la acción en el peldaño inferior, la emoción en el del centro, y la mentalidad en el superior.
Todos los seres humanos están haciendo el esfuerzo de llegar hacia Dios, subiendo por estas tres gradas que conducen a la liberación. Cuando nosotros unimos estas tres manifestaciones en un armonioso equilibrio, tenemos, entonces, el flamante triángulo.
Los antiguos declararon que Dios, como el punto en el círculo, es incognoscible, pero que dan fe de su existencia sus tres manifestaciones - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Lo mismo es cierto con el hombre. Dios en cada uno de nosotros puede sólo manifestarse por sus tres manifestaciones; el Padre se manifiesta por medio de nuestros pensamientos, el Hijo por medio de nuestras emociones, y el Espíritu Santo por medio de nuestras acciones.
Cuando armonizamos nuestros pensamientos, deseos y acciones, tenemos el triángulo equilátero. Cuando las energías vitales purificadas del hombre son irradiadas a través de esas tres manifestaciones, un halo llameante se agrega al triángulo, en cuyo centro está Dios - el incognoscible e impensable Uno; es el yod o llameante letra del alfabeto hebreo; el abismo que nadie puede conocer, pero del cual todas las cosas vienen.
La vida de este desconocido emana hacia afuera a través del triángulo, el cual, en los grados superiores, esta rodeado por un halo de llamas. El halo es el alma construida por los transmutados pensamientos, acciones y deseos - el eterno triángulo de Dios.
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El Gran Señor Vishnú ya ha venido nueve veces a la Tierra para salvar al hombre. Falta su décimo nacimiento. Sus nueve apariciones tienen un estrecho paralelo con los nueve principales cambios que ocurren en el embrión humano, previamente al nacimiento. Vishnú nació, primero, de la boca de un pez. Luego, nació del cuerpo de una tortuga.
Más tarde, tuvo su aparición como jabalí, luego león, después como mono. Y luego de tener otros nuevos cambios, apareció como hombre.
Yo noté, hace algún tiempo, que un hombre de ciencia había confeccionado una tabla mostrando la relación del cerebro humano con varios animales durante el período prenatal. Seguía exactamente la lista de las encarnaciones de Vishnú, aunque era totalmente inconsciente de que estaba uniendo el ocultismo oriental con la embriología Occidental.
Casi todos los mitos de la cosmogonía están basados en la embriología. La formación del cosmos, se dice, ha tenido lugar en la misma forma en que el hombre ha sido formado, sólo que en una mayor escala. Por ejemplo, en los Puranas de Vishnú se nos dice que la creación tuvo lugar dentro del vientre de Meru.
El espacio estaba rodeado de grandes montañas y escarpadas rocas (el corión, o membrana externa que envuelve el feto). El universo fue creado del agua y flota en un gran mar (el fluido amniótico). Descendiendo una escala (cordón umbilical) vinieron los dioses.
Cuatro ríos fluían dentro de la nueva tierra, como se dice en el Génesis. Estos son los vasos sanguíneos del cordón umbilical. Así sigue el relato, existiendo una correlación maravillosa. Algún día, quizás, una nueva ciencia podrá ser basada sobre la ley de analogía. Eso aportará una contribución mucho mayor a las conclusiones científicas que todas las especulaciones científicas de la época.
Es razonablemente cierto que el relato de Adán y Eva, y el Paraíso, está basado en la embriología, y que el vientre es el original Paraíso. Simbólicamente se le representa por la O; el punto en el círculo es el germen primitivo, y así sucesivamente, uno puede seguir la analogía hasta donde se quiera. El huevo de Brahma, es el relato del embrión cósmico, y la embriología es el estudio básico de la creación.
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En la base de la espina dorsal esta ubicado el trono del Señor de la Forma, comúnmente llamado Jehová y Shiva. El linga es su símbolo.
Cabalga el gran toro de lo terrenal. Su hija es la muerte y la destrucción, no siendo, sin embargo, una forma del mal. Construye los cuerpos que nos dan poder para funcionar en los mundos inferiores. Él los cristaliza por medio de líneas de fuerza.
La geometría es el esqueleto, y todos los cuerpos que él construye son problemas geométricos, ángulos geométricos cristalizados en rocas y piedras.
Gradualmente, la cristalización que trae cuerpos al mundo se vuelve demasiado densa y no es capaz de responder a las impresiones sutiles de la conciencia espiritual.
Lentamente se convierte en piedra, y la muerte es el resultado de la misma causa que trajo el cuerpo al mundo. Las primeras razas de la tierra adoraban a los atributos procreativos de la vida.
Ellos sentían que la más elevada expresión de vida era el poder de dar una nueva vida al mundo. Por lo tanto, el principio dador de vida fue personificado en una deidad dadora de vida a todas las cosas, o más bien, que traía a la manifestación la vida latente que no podía crecer o desarrollarse en el mundo físico sin el vehículo de la sustancia densa.
Para el ocultista, el nacimiento es muerte y la muerte es un despertar. Los místicos de la antigüedad enseñaban que el haber nacido en el mundo físico era entrar a una tumba, porque ningún otro plano de la Naturaleza es tan desacorde, tan limitado como el mundo terrenal.
El tiempo y la distancia eran las rejas de la prisión que encadenaban al alma a vivir en un estrecho lugar.
El calor y el frío atormentaban al alma, la edad la privaba de sus facultades, y la vida del hombre no era más que una preparación para la muerte.
Como la vida se vive a la sombra de la muerte, ellos enseñaron que es una mofa, una cosa hueca, dorada para la mirada descuidada, pero sin brillo y carcomida, comida de gusanos, cuando la examinamos detenidamente.
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Conectando los dos mundos (arriba el cielo y abajo la esfera de la oscuridad) está la espina dorsal, una cadena de treinta y tres segmentos, que protege en su interior a la médula espinal.
Esta escalera de huesos juega un rol muy importante en el simbolismo religioso de los antiguos. A menudo, se la menciona como un camino o escalera en espiral. Algunas veces, se le llama la serpiente, otras, la vara o cetro.
Los hindúes enseñan que hay tres distintos canales o tubos en el sistema espinal. Los llaman Ida, Pingala y Sushumna.
Estos canales conectan los centros inferiores generativos del cuerpo con el cerebro. Los griegos los simbolizaban por el caduceo, o báculo alado de Hermes.
Éste consistía en un bastón largo (el Sushumna que va al centro), que terminaba en una perilla o bolita (que está en el centro de la médula oblongata).
A cada lado de esta perilla, están las alas arqueadas, que se utilizaban para representar los dos lóbulos cerebrales. Arriba de este báculo suben, alternativamente y en forma de espiral, dos serpientes, una negra y la otra blanca. Éstas representan el Ida y Pingala.
Los antiguos hindúes tienen una leyenda concerniente a la diosa Kundalini, en la cual se dice que ella descendió del cielo, por medio de una escalera o cuerda, a una pequeña isla que se halla flotando en el inmenso océano. Relacionando esto con la embriología, es evidente que la escalera o cuerda representa al cordón umbilical, y la islita el plexo solar.
Cuando la escalera es cortada y se desconecta del cielo, la diosa huye aterrorizada a refugiarse en una caverna (el plexo sacro), en donde ella se oculta totalmente a la vista de los hombres.
Para una mayor comprensión de este interesante tema, les comparto el siguiente video:
De acuerdo con las Escuelas de Misterios el cuerpo humano está dividido en tres grandes partes, y, en analogía con esto, el universo externo se dice que esta compuesto de tres mundos: cielo, tierra e infierno.
El cielo es el mundo superior y por alguna razón desconocida se supone que está arriba, aunque Ingersoll ha probado concluyentemente que debido a la rotación de la tierra, arriba y abajo son siempre lugares cambiables. Casi todas las religiones enseñan que Dios mora en el cielo.
A sus componentes se les enseña que Dios está sobre ellos, por eso levantan sus manos en la oración y elevan sus ojos hacia el cielo al implorar o pedir algo.
En algunos países se supone que Dios mora en la cima de las montañas, que son los lugares más elevados del mundo. Dondequiera que él esté y quienquiera que sea, el lugar de su morada está arriba, desde donde protege al mundo de abajo.
Entre el cielo de arriba y el infierno de abajo está la Tierra, llamada por los escandinavos Midgard, o jardín del medio. Está suspendida en el espacio y constituye la morada de los hombres y otros seres vivientes.
Está conectada con el cielo por un arco iris que hace de puente y por el cual los dioses descienden.
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En la Escritura se nos dice que Dios hizo al hombre a su propia imagen y semejanza. Así ha sido declarado no solamente en la Biblia Cristiana, sino también en la mayoría de los escritos sagrados de los seres iluminados.
Los patriarcas judíos enseñaron que el cuerpo humano es el microcosmos, o pequeño cosmos, hecho a la semejanza del macrocosmos, o gran cosmos.
Esta analogía entre lo finito y lo infinito se ha dicho que es una de las claves por la cual se pueden develar los secretos de la Sagrada Escritura.
No hay ninguna duda que el Viejo Testamento es un libro de texto fisiológico y anatómico para aquellos que son capaces de leerlo desde un punto de vista científico.
Las funciones del cuerpo humano, los atributos de la mente y las cualidades del alma humana, han sido personificados por los sabios de la antigüedad, y un gran drama ha sido elaborado acerca de sus relaciones entre si mismos y con los demás.
Para una mejor comprensión de este interesante tema, les comparto el siguiente video:
En este espacio podrás conocer los símbolos, las palabras, los usos y costumbres de cada uno de los grados de la Masonería, pero también tendrás que recordar que el camino que propone nuestra Orden es eminentemente vivencial y, por esta razón, el Secreto Masónico siempre permanecerá lejos de la indiscreción de los profanos.
El conocimiento de la Masonería se protege a sí mismo de aquellos que no están interesados visitar el interior de la tierra y en rectificarse, a fin de encontrar la piedra oculta.
Siendo así, lo que aquí se revela no sirve absolutamente de nada si no se interioriza y se pone en práctica.
Si deseas entender los contenidos de esta página necesitas darte la vuelta y mirar con otros ojos, a fin de penetrar la superficie y acceder a la realidad oculta.
El que tenga ojos, que vea...
Para una mejor comprensión, a continuación les comparto el siguiente video:
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Mucho placer nos causa el poder presentar este trabajo a la atención de los estudiantes e investigadores de las Doctrinas Secretas, obra que está basada en las antiquísimas enseñanzas herméticas. Se ha escrito tan poca cosa sobre este asunto, a pesar de las innumerables referencias que se han hecho de estas enseñanzas en muchos de los trabajos sobre ocultismo, que los investigadores de las verdades arcanas habrán, sin dudas, presentido la aparición de este libro.
El propósito de éste no es la enunciación de una filosofía o doctrina especial, sino más bien el de dar al estudiante una exégesis de la verdad, que le sirva para conciliar los muchos tópicos de los conocimientos ocultos que puede ya haber adquirido, pero que, aparentemente, son contradictorios y paradójicos, lo que a menudo desanima y disgusta al principiante. Nuestro intento no es el de erigir un nuevo templo de sabiduría, sino el de colocar en manos del investigador una clave maestra con la cual pueda abrir las numerosas puertas internas que conducen al Templo del Misterio.
Ningún conocimiento oculto ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las enseñanzas herméticas, los que han llegado hasta nosotros a través de las centurias transcurridas desde los tiempos del Gran Fundador, Hermes Trismegisto, «el elegido de los dioses», quien murió en el antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia. Contemporáneo de Abraham, y, si la leyenda no miente, instructor de aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que han sido impartidos desde entonces. Todas las bases fundamentales de las enseñanzas esotéricas que en cualquier tiempo han sido impartidas a la raza son originarias, en esencia, de las formuladas por Hermes. Aun las más antiguas doctrinas de la India han tenido su fuente en las enseñanzas herméticas.
Desde la tierra del Ganges muchos ocultistas avanzados se dirigieron hacia el Egipto para postrarse a los pies del Maestro. De él obtuvieron la clave maestra, que, al par que explicaba, reconciliaba sus diferentes puntos de vista, estableciéndose así firmemente la Doctrina Secreta. De todas partes del globo vinieron discípulos y neófitos que miraban a Hermes como el Maestro de los Maestros, y su influencia fue tan grande que, a pesar de las negativas de los centenares de instructores que había en los diferentes países, se puede fácilmente encontrar en las enseñanzas de estos últimos las bases fundamentales en las que se asentaban las doctrinas herméticas. El estudiante de religiones comparadas puede fácilmente percibir la influencia tan grande que las enseñanzas herméticas han ejercido en todas las religiones, sea cual fuere el nombre con que se les conozca ahora, bien en las religiones muertas o bien en las actualmente existentes. La analogía salta a la vista, a pesar de los puntos aparentemente contradictorios, y las enseñanzas herméticas son como un conciliador de ellas.
La obra de Hermes parece haberse dirigido en el sentido de sembrar la gran verdad que se ha desarrollado y germinado en tantas y tan extrañas formas, más bien que en el de establecer una escuela de la filosofía que dominara el pensamiento del mundo. Sin embargo, la verdad original enseñada por él ha sido guardada intacta, en su pureza primitiva, por un reducido número de hombres en cada época, los cuales, rehusando gran número de aficionados y de estudiantes poco desarrollados, siguieron el proceder hermético y reservaron su conocimiento para los pocos que estaban prontos para comprenderlo y dominarlo. De los labios a los oídos fue transmitido este conocimiento entre esos pocos. Siempre han existido en cada generación y en los diversos países de la tierra algunos iniciados que conservaron viva la sagrada llama de las enseñanzas herméticas, y que siempre han deseado emplear sus lámparas para encender las lámparas menores de los del mundo profano, cuando la luz de la verdad languidecía y se anublaba por su negligencia, o cuando su pabilo se ensuciaba con materias extrañas. Han existido siempre los pocos que cuidaron el altar de la verdad, sobre el cual conservaron siempre ardiendo la lámpara perpetua de la Sabiduría. Esos hombres dedicaron su vida a esa labor de amor que el poeta describiera en estas líneas: «¡Oh, no dejes extinguirse la llama! Sustentada por generación tras generación en su oscura caverna —en sus templos sagrados sustentada. Nutrida por puros sacerdotes de amor— ¡no dejes extinguirse la llama!»
Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos «reservan la carne para los hombres», mientras que los demás «dan leche a los niños», conservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros. Mas estos hombres no han olvidado aún los preceptos de Hermes respecto a la transmisión de estas enseñanzas a los que estén preparados para recibirlas, acerca de lo cual dice El Kybalion: «Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí, los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par». Y además: «Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría». Pero su actitud habitual ha estado siempre estrictamente de acuerdo con otro aforismo, de El Kybalion también, que dice que «los labios de la Sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»
Y esos oídos incapaces de comprender son los que han criticado esta actitud de los hermetistas y los que se han lamentado públicamente de que aquellos no hayan expresado nunca claramente el verdadero espíritu de sus enseñanzas, sin reservas ni reticencias. Pero una mirada retrospectiva en las páginas de la historia demostrará la sabiduría de los maestros, quienes conocían la locura que era intentar enseñar al mundo lo que éste no deseaba ni estaba preparado para recibir. Los hermetistas nunca han deseado ser mártires, sino que, por el contrario, han permanecido retirados, silenciosos y sonrientes ante los esfuerzos de algunos que se imaginaban, en su ardiente entusiasmo, que podían forzar a una raza de bárbaros a admitir verdades que sólo pueden comprender los que han avanzado mucho en el Sendero.
El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas herméticas que, si se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!… ¡Crucificadlo!…
En esta obrita hemos tratado de daros una idea de las enseñanzas fundamentales de El Kybalion, indicando todo cuanto se refiere a los principios actuales, dejándoos el trabajo de estudiarlos, más bien que el de tratarlos nosotros mismos en detalle. Si sois verdaderos estudiantes o discípulos, comprenderéis y podréis aplicar estos principios; si no, debéis desarrollarlos, pues de otra manera las enseñanzas herméticas no serán para vosotros sino: «palabras, palabras, palabras».
A continuación les comparto el audio libro completo del Kybalion dividido en los siguientes capítulos:
Los Versos dorados de Pitágoras, también conocidos como Versos Áureos o Versos de Oro, son una colección de exhortaciones morales. Comprenden 71 líneas escritas en hexámetro dactílico y son tradicionalmente atribuidos a Pitágoras.
Los versos representan una síntesis de las enseñanzas dadas por este sabio aunque nunca se ha podido verificar su autoría.
Debido a las diferentes influencias que se pueden percibir en algunos versos de la obra, actualmente se suele considerar que estos versos probablemente no fueron obra de una única persona sino de varios autores diferentes.
Los orígenes exactos de los versos dorados son desconocidos y existen opiniones diversas respecto a su datación.
Parece que los versos podrían haber sido escritos como muy pronto en el siglo III a. C. pero su existencia, tal y como los conocemos, no está confirmada antes del siglo V d. C.
Los neoplatónicos utilizaron los versos como parte del programa preparatorio de instrucción moral y existe un cierto número de comentarios neoplatónicos a los mismos.
Para conocer más de este tema les comparto el siguiente video:
La decoración y el arreglo interior de un lugar de reunión ejercen una marcada influencia sobre el espíritu de los que se reúnen. Un templo masónico debe, pues, ser diferente de una simple sala de conferencias.
No hay, sin embargo, ninguna necesidad de que sea un local lujoso. Es suficiente que se recuerden constantemente a los masones ciertos datos simbólicos, a fin de que éstos se impongan a su meditación.
Es así cómo, a imitación del Universo sensible, tal cual se lo figuraban los antiguos, el Taller será más largo que ancho y convencionalmente orientado, según los puntos cardinales.
La puerta se abrirá al Occidente entre dos columnas huecas con capiteles armados de flores de lis egipcios y coronados de granadas entre abiertas; estas granadas recuerdan la familia masónica, de la que todos los miembros están armoniosamente ligados por el espíritu de orden y de fraternidad.
La Columna del Sur es blanca, ella marca el sitio del primer Vigilante, cuya insignia es el Nivel.
La Columna del Norte es roja, cerca de ella se sitúa el segundo Vigilante, que decora la Perpendicular. Estas dos columnas se levantan sobre el pavimento mosaico, de cuadros alternados blancos y negros.
El Oriente está ocupado por un estrado alto de tres gradas, sobre el cual se sitúa el Maestro de la Logia, llamado Venerable Maestro o simplemente Venerable, asistido por el Orador (Sur) y el Secretario (Norte).
El sitial presidencial (trono) tiene en lo alto un dosel cuyos pliegues encuadran el Delta luminoso, que se encuentra de este modo suspendido entre el Sol (Sur) y la Luna (Norte) de manera que forma con estos astros un triángulo invertido.
El techo está sembrado de estrellas. Es aquél como la bóveda celeste que envuelve por todas partes a la tierra, figurada por el parquet del local.
Un lambrequín dentado forma friso y sostiene una cuerda terminada por borlas que se reúnen junto a las columnas B y J. Este ornamento ha sido impropiamente designado con el nombre de borla dentada. La cuerda se anuda con enlazadas, llamadas lazos de amor y representa la cadena de Unión que liga a todos los masones.
Los nudos pueden ser 12, para corresponder así a los signos del Zodíaco.
La iniciación se confería primitivamente en grutas naturales, después en criptas talladas en el flanco de las montañas. En recuerdo de estos santuarios, la Lógia no tiene ventanas. Igualmente se ha querido con esto recordar que el Universo sólo es visible desde el interior, porque no hay que suponer el aspecto exterior al Todo que lleva la inmensidad sin límites. Se impone, pues, en Lógia un alumbrado artificial: esto se provee con un mínimo de 5 luces situadas cerca de los 5 primeros oficiales.
El Tesorero se sitúa cerca del Orador (Sur) y el Hospitalario junto al Secretario (Norte).
Los asistentes se colocan al Norte y al Sur, dándose frente. Los Aprendices están al Norte y piden la palabra al segundo Vigilante.
Ellos no sabrían explicarse, desde luego, todos los símbolos que atraen su atención en la Logia, pero los Maestros tienen la misión de instruirlos y ayudarlos a descifrar el enigma de las cosas.
El Aprendiz se considera como una Piedra bruta, todavía no tallada convenientemente. El es, a la vez, el sujeto y el objeto de su trabajo, puesto que está llamado a transformarse en un block rectangular capaz de ocupar exactamente su sitio en el edificio que debe construirse.
Con este fin sus útiles son el cincel y el martillo.
Cuando haya demostrado que sabe usarlos en pro de su perfeccionamiento intelectual y moral, será propuesto para el grado de Compañero.
El Cuadrado Largo.
Encierra los símbolos esenciales del grado del Aprendiz.
Se trazaba sobre el piso de la Logia en los antiguos tiempos en el momento de la apertura de los trabajos y se borraba cuidadosamente cuando dichos trabajos se cerraban.
Era el equivalente al círculo mágico, a propósito para las evocaciones.
Los conjurados se figuraban que el Espíritu masónico había descendido en medio de todos ellos, aunque se encontrasen en el más humilde de los locales, y así lo transformaban por la magia del ritual y la fe de los asistentes en un santuario más venerado que el templo más fastuoso.
Para una mejor comprensión de este interesante tema, les comparto el siguiente video: