La alquimia occidental ha estado siempre estrechamente relacionada con el hermetismo y la masonería, un sistema filosófico y espiritual que tiene sus raíces en Hermes Trismegisto, una deidad sincrética greco-egipcia y legendario alquimista.
Estas dos disciplinas influyeron en el nacimiento del rosacrucismo, un importante movimiento esotérico del siglo xvii. En el transcurso de los comienzos de la época moderna, la alquimia dominante evolucionó en la actual química.
Actualmente es de interés para los historiadores de la ciencia y la filosofía, así como por sus aspectos místicos, esotéricos y artísticos.
La alquimia fue una de las principales precursoras de las ciencias modernas, y muchas de las sustancias, herramientas y procesos de la antigua alquimia han servido como pilares fundamentales de las modernas industrias químicas y metalúrgicas.
Aunque la alquimia adopta muchas formas, en la cultura popular es citada con mayor frecuencia en historias, películas, espectáculos y juegos como el proceso usado para transformar plomo (u otros elementos) en oro.
Otra forma que adopta la alquimia es la de la búsqueda de la piedra filosofal, con la que pretendía conseguir tanto la vida eterna como la transmutación de cualquier metal en oro.
En el plano espiritual de la alquimia, los alquimistas debían transmutar su propia alma antes de transmutar los metales.
Esto quiere decir que debían purificarse, prepararse mediante la oración y el ayuno.
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